Por Gabriela Fabbro.
Anoche terminó “Bailando por un sueño” en su temporada Nº 10. Con menos rating del histórico a lo largo del año, aunque
anoche la final llegó a medir 26 puntos de promedio durante tres horas, siguió
liderando su franja y la pantalla de El 13.
Marcelo Tinelli, entre bailes,
candidatos políticos, humoristas y elecciones en la AFA, ofreció nuevamente un
programa que sigue teniendo sus seguidores, pero que, especialmente, sigue
alimentando a otros programas. Los llamados “programas satélites”, tales como
“El diario de Mariana”, “Este es el show”, “Intrusos”, “Infama” por nombrar
algunos, abrevaron en los contenidos del concurso de baile de Tinelli como cada
año.
Desde comienzos del 2015, la fórmula fue cambiando: con una propuesta más
aferrada a los políticos y a nuevos mediáticos (Alberto Samid, Ergun Demir,
Agustina Kampfer, Verónica Ojeda, Federico Bal) en el comienzo, con el
protagonismo de dos excelentes humoristas como Campi y Freddy Villareal en su
etapa de consolidación, Bailando terminó con un jurado diferente y el brillo de
las parejas finalistas.
Nuevamente el programa fue la nave insignia del canal,
sobre la cual hablan programas de la misma pantalla como ajenos. Los políticos
fueron a su escenario y en parte, fue un lugar de exhibición en plena campaña.
¿Estrategia correcta o exitosa? Muchos se lo siguen preguntando…
Sin embargo, la final de anoche estuvo cargada de emoción y buenos
sentimientos. Algo que celebramos. Las dos parejas agradecidas y emocionadas
con sus seguidores y votantes, defendieron el sueño por el que entraron,
respetándose y reconociendo el crecimiento del otro.
El jurado, con elogios
para con el conductor, el equipo de trabajo de su productora y el clima que se
vive en Ideas del Sur, tuvo participaciones amables y de mucha camaradería. Gran
generosidad, buenos recuerdos y videos recordatorios de momentos tristes y
felices a lo largo de varios meses en el aire ilustraron los distintos momentos
de la noche, entre bailes y ritmos diversos. Padres emocionados, amigos que
acompañaron, ex participantes compartiendo la fiesta, fueron los protagonistas
donde primaron los valores, la alegría y las emociones.
Bien por un programa
que muchas veces encontró su atracción en los conflictos, las peleas mediáticas
y los disvalores. Lejos quedaron el boxeador que ganó una final o los efímeros
mediáticos. No sabremos qué camino seguirán los integrantes de las parejas
finalistas en el futuro, quizás se vuelvan efímeras también, pero podemos
augurar que tuvieron un buen comienzo, basado en el esfuerzo, el sacrificio por
el otro y en el reconocimiento del trabajo en equipo, sensaciones que faltan en
la Argentina actual. Enhorabuena por el programa, tantas veces criticado en
estas páginas en el pasado.
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