Por Gabriela Fabbro.
A lo largo de la historia de la televisión, los
programas de preguntas y respuestas han estado siempre presentes en las grillas
de los canales. En Estados Unidos, los primeros programas de concursos
televisivos, transmitidos durante las década de 1940 y 1950,
derivaban de otros ya realizados y probados en las cadenas de radio. La
popularidad de los game shows (que originalmente eran llamados quiz shows, debido a que la
mayoría se trataba de juegos de preguntas y respuestas, que luego derivaron a
juegos de palabras y apuestas), tuvieron grandes éxitos hasta el escándalo del programa TwentyOne, en donde uno de los miembros de la producción le daba las respuestas
a uno de los participantes (este escándalo fue muy bien mostrado en el film de
Robert Redford del año 1994).
O los ejemplos españoles como Saber y ganar, que se emite
ininterrumpidamente desde el 17 de febrero de 1997,
por lo que es el concurso más
veterano de la historia de la televisión de España. El 6 de junio pasado cumplió
4000 programas en el aire. O El tiempo
es oro que estuve vigente a lo largo de 5 años, conducido por Constantino
Romero.
Y
en nuestra televisión local, Odol
Pregunta (en Canal 13, 1964), fue un formato de gran éxito, vendido en su
momento a EE. UU., auspiciado por la famosa marca de dentífricos, conducidos
por el recordado Augusto “Nene” Bonardo y Cacho Fontana más tarde. No olvidemos
al ping pong de preguntas de Feliz Domingo, a Pancho Ibáñez en Tiempo de Siembra o a Julián Weich en
su versión local de ¿Quién quiere ser
millonario? Estos ejemplos demuestran que el formato de preguntas y
respuestas siempre ha sido un aliado de éxito en la televisión.
Sana
competencia, respeto por los
participantes, jurados que aportan desde su mirada y reconocimiento, un
conductor ameno y sensible que logra la fluidez del programa. La fórmula se
repite, las reglas del juego parecen ser nuevas cuando en realidad, son siempre
las mismas, y el objetivo último de un premio que tampoco es la solución a los
problemas, son los principales ingredientes de este formato.
Susana
Giménez y su versión de Preguntados
o el segmento de Escape perfecto de
preguntas previas a los desafíos físicos, son más ejemplos actuales de la
vigencia del formato.
¿Cuál
es la empatía que logran con el público?
Nunca mejor que en otro programa, nos ponemos en el lugar
de los participantes… Apelamos a nuestra memoria, deducimos con él, hacemos
inferencias, ejercitamos nuestros recuerdos y vivencias y a su vez, aprendemos…
Es como hacer palabras cruzadas por televisión. Cuánto más las ejercitamos, más
avanzamos.
Algunos cuestionan si lo que este tipo de programas ofrecen es
conocimiento o información, probablemente sea esto último, pero Los ocho escalones, con tres presencias
semanales, aportan un aire fresco y sano a la pantalla local, sin conflictos, aprendiendo
y demostrando que la televisión forma desde
la sana competencia.
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