sábado, 30 de mayo de 2015

Vida privada, opinión pública


Por Javier Bruggia. 

La creación constante de nuevas tecnologías de comunicación y los cambios en sus usos han convertido a la sociedad contemporánea en un aparato en constante evolución, donde los límites entre lo público y lo privado se confunden y se mezclan. Las fronteras entre uno y otro son porosas, discutibles, y están sujetas a una constante negociación y lucha.

La tendencia actual es mostrar las emociones y sentimientos, tanto fuera como dentro de las pantallas. Incluso en una charla de café,  en un grupo de “búsqueda interior”, o en las redes sociales, todos hablan de lo más personal e íntimo que tienen. Todo puede decirse y todo puede mostrarse.

En 1989 llegó a la pantalla chica estadounidense un programa llamado “Cops”, el primer reality show, donde se mostraba el trabajo real de los policías. El programa resulto muy exitoso, y fue el puntapié inicial para la creación de los programas dentro del género reality television, como el ya legendario “Gran Hermano”. Todos los reality shows se basan en la misma idea: que el espectador no vea ficción, sino una realidad captada por una cámara, ya sea tratando de sobrevivir en una selva, o compitiendo por ser el mejor chef. Esta realidad que muestran es fingida, ya que todos estos programas cuentan con guiones, directores y productores que marcan el camino que deben seguir.

Muchos de los participantes de este tipo de programas se han convertido en celebridades, como Jennifer Hudson, participante de “American Idol”, o Silvina Luna, quien fue participante del programa “Gran Hermano”, en su segunda versión en la Argentina.

Esta atracción por lo “real” en la pantalla, esta necesidad de volver público lo privado, ha escapado del género reality y se ha expandido a los programas de opinión y de archivo. El debate de las cuestiones privadas y la discusión de los temas más íntimos se volvió el principal atractivo de los programas de la televisión, y los temas más “picantes” se vuelven parte del día a día de los espectadores, convirtiéndose en casos que penetran todos los hogares, ejemplo de esto es  el escándalo entre personajes como Diwan y Gisela Bernal, por la paternidad de su hijo, la difusión de videos de carácter pornográfico de actrices y modelos, la exposición de fotos impropias  en el tratamiento de los casos de la muerte del Fiscal Nisman y de la modelo Jazmín De Grazia, entre otros. 

Esta invasión a la intimidad del hombre no tiene vuelta atrás. ¿Cómo se recupera? El hecho de que haya personas dispuestas a desnudar su alma en televisión, y otras dispuestas a consumirlo como un bien, muestra que la intimidad es un derecho en crisis, que hemos convertido en objeto de comercio y discusión pública.



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