“En la tele no hay nada”, “Ya no enseña como antes”, “Pasan cualquier cosa sin importar el horario”... Este y un largo etcétera de comentarios son los más corrientes cada vez que encendemos la televisión o sintonizamos una radio. Pero fuera del círculo íntimo, ¿tenemos algún lugar para manifestar nuestras inquietudes sobre los contenidos audiovisuales que consumimos día a día?
Por: Tatiana Leanza
Recientemente, en la Argentina se ha creado la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, espacio que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (26.522) destinó para que los oyentes y televidentes puedan presentar sus consultas, reclamos y denuncias, a lo largo y a lo ancho del país.
Por su parte, en el mundo funcionan asociaciones dedicadas al monitoreo de todo lo que comunica la “pantalla chica”. En el marco de su proyecto de investigación sobre representación y participación de los usuarios de medios audiovisuales, en el Observatorio de la TV relevamos 13 entidades que se dedican a escuchar a quienes consumen contenidos audiovisuales, y a promover su expresión y participación. Además de Argentina, los países considerados fueron España, Reino Unido, México, Perú, Colombia, Chile y Brasil. Con grata sorpresa, advertimos que en varios países está aumentando el interés de los ciudadanos por involucrarse en el circuito televisivo.
En los países del Viejo Continente (Asociación de Telespectadores de Cataluña -TAC-, Agrupación de Telespectadores y Radioyentes de Madrid -ATR-, etcétera) pudimos observar una tendencia pedagógica más pronunciada que en el resto de los países analizados. Entre los objetivos principales que fijan en sus páginas web, el análisis de contenido audiovisual es el puntapié inicial para una serie de papers, capacitaciones para padres, niños y profesores, propuestas legislativas y, en algunos casos, hasta premiaciones por el correcto desempeño del medio.
Por su parte, las entidades relevadas en América Latina (principalmente, todas las autodenominadas “Defensorías del Televidente”) se dedican a recibir quejas, sugerencias o comentarios de diversos tipos, los cuales procesan y clasifican para luego publicar resultados sobre la base de la opinión de televidentes y radioescuchas. Esta dinámica de investigación tiene su correlato en el vínculo que mantienen las asociaciones con sus colaboradores que, a diferencia de los países europeos, no se encuentran integrados como miembros sino que solo pueden enviar información a través de formularios, mails u otras vías de comunicación.
En contraposición, las organizaciones europeas cuentan con una estructura jerárquica que incluye profesionales académicos de distintas áreas y, en algunos casos, afiliados que se unen por medio de una cuota paga que contribuye al mantenimiento y desarrollo de las investigaciones. En este sentido, se puede concluir que el espectador latinoamericano tiene un acceso más directo para expresar aquello que lo aqueja o está dispuesto a elogiar del contenido audiovisual que consume, aunque esto implique no formar parte de la organización que lo representa.
Por último, y no menos importante, nos encontramos con una fuerte predisposición por parte de canales hispanohablantes a integrar sus propias asociaciones pero que, a diferencia de las independientes de empresas productoras de contenido, analizan su propia programación. Cabe destacar como ejemplos al Comité Defensor del Televidente del Canal Teleantioquía (Colombia) y a la Defensoría del Televidente del Canal 22 (México).
Con toda esta información a nuestra disposición, no nos queda más que plantearnos algunas preguntas como público. ¿Nos interesaría crear entidades que nos permitan construir la televisión que queremos? ¿Estaríamos dispuestos a fundarlas? ¿Preferiríamos ser parte de la organización, o participar como colaboradores anónimos? Hasta aquí hay tendencias bien definidas; habrá que analizar cuál se adapta mejor a nuestras necesidades y poner manos a la obra.
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