Hace unas semanas finalizó una de las series dramáticas más importantes de la televisión: Breaking Bad. Producida por el canal AMC y emitida en América Latina a través del canal AXN, la ficción tuvo cinco temporadas.
Por: Juan Pablo Martínez
Calificarla como una ficción que pasará a la historia no es ambicioso. La repercusión internacional generada alrededor de ella, el eco en redes sociales, las segundas y terceras pantallas en Video On Demand convierten a esta serie en una de las más relevantes de los últimos años.
Breaking Bad partió de una premisa muy simple. ¿Qué es lo que lleva a un hombre común y corriente a convertirse en una mala persona? ¿Cómo es el proceso por el cual un hombre puede oscurecerse sin ser consciente de que lo está haciendo? ¿Cuál es el camino a través del cual alguien cree que está construyendo, cuando en realidad está destruyendo?
Para esta premisa se eligió un marco perfecto y metafórico: la química. Ella es cambiante, igual que el protagonista principal.
La historia parte del momento en que Walter White, un profesor de química subestimado e introvertido de 50 años, con problemas financieros, un hijo adolescente discapacitado y otro por nacer, se entera de que tiene cáncer terminal inoperable. No tiene forma de pagar su tratamiento, su mujer no trabaja, y la única forma de poder brindar seguridad a su familia una vez que ya no esté es haciendo un capital produciendo drogas anfetaminas.
Los guionistas plantean un personaje tan sólido en todas sus aristas que, aunque uno sabe que lo que va a hacer está mal, el público se solidariza con su cometido y lo acompaña en el proceso. Sin embargo, lo que viene después es un camino de causas y consecuencias, que involucra muerte y destrucción, arrastrando al personaje hacia un infierno en el cual el público progresivamente va perdiendo la empatía por el mismo, al tiempo que genera cada vez más atracción.
Desde Los Sopranos (una serie dramática muy parecida en tono pero muy diferente en desarrollo) no se veía en la televisión un antihéroe tan fuerte como el de Walter White. Un personaje al que se quiere a pesar de sus malas acciones. Pero hay una diferencia importante entre ambos: Tony Soprano, más allá de ser un criminal, casi nunca rompe sus valores morales, lo cual generaba en el público cierta admiración. Walter White los rompe todos: no tiene límites, al punto de transformarse en un ser despreciable, comparable a un monstruo humano. Y, a pesar de ello, igual sigue siendo atractivo, ya que la audiencia quiere ver hasta dónde llega.
En un momento en que el narcotráfico y la violencia están en la agenda internacional, Breaking Bad presenta un universo más apropiado con la realidad. No muestra la historia del típico narco mejicano, oscuro y sucio con ametralladoras, sino a un americano promedio, soportado por grandes corporaciones que utilizan la fachada de negocios legales para la comercialización de estupefacientes a nivel internacional. Y, con ello, las consecuencias que eso trae para miles de personas.
Walter White no va sólo al infierno, sino que arrastra con él a todo su entorno: a los cercanos a su entorno, a los consumidores de lo que produce, al entorno de los consumidores, etcétera. Todo es “causa y consecuencia”, en donde los puntos se van uniendo negativamente y una desgracia conduce a otra.
En síntesis: las drogas no generan sólo víctimas en los consumidores y en quienes la producen. Hay una cadena de daños colaterales sin medida, que termina afectando y destruyendo las vidas de millones de personas en todos los ámbitos. El personaje de Walter White es una perfecta metáfora del egoísmo social, la ambición sin límites, la vanidad, y el mal que se desprende de todo ello.
La serie, además de su condimento dramático, pone sobre la mesa una problemática que aún no llega a dimensionarse, y que son las drogas del presente y futuro: las fabricadas. Ya no es necesario tener el suelo apropiado para sembrar las pastas que sirven de base para los estupefacientes, como son la cocaína, marihuana o amapolas. Las nuevas drogas son 100 % químicas, tienen un costo de producción más bajo, generan ganancias más altas, se pueden cocinar en cualquier lugar, y son varias veces más perjudiciales que las tradicionales.
Esta es la razón por la que no es ambicioso decir que Breaking Bad es una de las series dramáticas más importantes de la historia de la televisión. Por su estructura dramática, por su temática, por su reflexión social y su advertencia a futuro. Va a pasar un tiempo para que el público deje de hablar de ella.
Los guionistas plantean un personaje tan sólido en todas sus aristas que, aunque uno sabe que lo que va a hacer está mal, el público se solidariza con su cometido y lo acompaña en el proceso. Sin embargo, lo que viene después es un camino de causas y consecuencias, que involucra muerte y destrucción, arrastrando al personaje hacia un infierno en el cual el público progresivamente va perdiendo la empatía por el mismo, al tiempo que genera cada vez más atracción.
Desde Los Sopranos (una serie dramática muy parecida en tono pero muy diferente en desarrollo) no se veía en la televisión un antihéroe tan fuerte como el de Walter White. Un personaje al que se quiere a pesar de sus malas acciones. Pero hay una diferencia importante entre ambos: Tony Soprano, más allá de ser un criminal, casi nunca rompe sus valores morales, lo cual generaba en el público cierta admiración. Walter White los rompe todos: no tiene límites, al punto de transformarse en un ser despreciable, comparable a un monstruo humano. Y, a pesar de ello, igual sigue siendo atractivo, ya que la audiencia quiere ver hasta dónde llega.
En un momento en que el narcotráfico y la violencia están en la agenda internacional, Breaking Bad presenta un universo más apropiado con la realidad. No muestra la historia del típico narco mejicano, oscuro y sucio con ametralladoras, sino a un americano promedio, soportado por grandes corporaciones que utilizan la fachada de negocios legales para la comercialización de estupefacientes a nivel internacional. Y, con ello, las consecuencias que eso trae para miles de personas.
Walter White no va sólo al infierno, sino que arrastra con él a todo su entorno: a los cercanos a su entorno, a los consumidores de lo que produce, al entorno de los consumidores, etcétera. Todo es “causa y consecuencia”, en donde los puntos se van uniendo negativamente y una desgracia conduce a otra.
En síntesis: las drogas no generan sólo víctimas en los consumidores y en quienes la producen. Hay una cadena de daños colaterales sin medida, que termina afectando y destruyendo las vidas de millones de personas en todos los ámbitos. El personaje de Walter White es una perfecta metáfora del egoísmo social, la ambición sin límites, la vanidad, y el mal que se desprende de todo ello.
La serie, además de su condimento dramático, pone sobre la mesa una problemática que aún no llega a dimensionarse, y que son las drogas del presente y futuro: las fabricadas. Ya no es necesario tener el suelo apropiado para sembrar las pastas que sirven de base para los estupefacientes, como son la cocaína, marihuana o amapolas. Las nuevas drogas son 100 % químicas, tienen un costo de producción más bajo, generan ganancias más altas, se pueden cocinar en cualquier lugar, y son varias veces más perjudiciales que las tradicionales.
Esta es la razón por la que no es ambicioso decir que Breaking Bad es una de las series dramáticas más importantes de la historia de la televisión. Por su estructura dramática, por su temática, por su reflexión social y su advertencia a futuro. Va a pasar un tiempo para que el público deje de hablar de ella.
2 comentarios:
asi es 100% recomendable
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