Por Gabriela Fabbro.
Nos
preguntamos cada vez con más frecuencia: ¿Qué es hoy la televisión? ¿Qué
permanece de sus modos de producción y recepción históricos?; el producto
televisivo de hoy por excelencia: las series, ¿son cine o televisión? ¿Sigue
teniendo vigencia la televisión abierta en Argentina? ¿Qué sigue después? ¿La
gente sigue mirando televisión?
Las estrellas, Bailando por un sueño, Golpe al corazón, El sultán, Un gallo para
Esculapio, Cuéntame cómo pasó, Intratables o Combate parecen haber sido los programas de TV que alimentaron la
pantalla argentina durante este año. Es verdad, estuvieron en pantalla, pero
¿la gente los vio? En un contexto creciente de baja del encendido, con números
de rating que no llegaron nunca a los
20 puntos y cuando 12 puntos fue un gran éxito, la gente sí los vio pero …quizás,
no en su televisor. En las redes sociales, en las páginas webs de los canales,
en Facebook o Youtube probablemente estos contenidos tuvieron más espectadores
que en el momento de salir al aire. Pero también The Crown, Stranger Things, Game of
Thrones, y otras tantas series, integraron la programación consumida por la
audiencia. Telefé, Netflix, Canal 13, HBO, América o Qubit.tv son parte de la
oferta televisiva actual.
La televisión está cambiando es evidente, y sigue buscando su
rumbo. Hay una línea teórica que enuncia que la TV no está muriendo,
explicitada por autores tales como Toby Miller (2004) o John Ellis (2009).
Ellos son los defensores de la permanencia de la pantalla del televisor
tradicional, además de "ser más diversa, más difusa, más popular, más poderosa
y más innovadora que nunca" (...) "la gente que ve TV en distintos
dispositivos y en diferentes servicios está viendo más, no menos TV (...)".
La televisión como tal seguirá vigente, recibida
quizás en otras, nuevas y diversas plataformas, pero sus contenidos continuarán
siendo un referente fuerte para quienes la consuman. Según Lotz, permanecerá como esfera pública
electrónica, (con su carácter generalista y definidor de
agenda), como foro subcultural, es decir, construyendo nichos de recepción (MTV
o Netflix), y, como siempre lo fue, una ventana hacia otros mundos; como una
gran contadora de historias.
Otra línea es la que afirma que
cierta TV está muriendo (seguidas por autores tales como Verón, Katz, Carlón o Piscitelli),
para quienes la televisión que conocimos entre las décadas de los sesenta y los
setenta está muriendo. Dice Katz, citando a Mario Carlón, esa televisión está
dejándole espacio a otra de cientos de canales, que transmite a “nichos”,
portable, que es parte de un sistema integrado a internet y otros nuevos
medios.
El 30 de abril de 2013 el diario USA Today afirmaba: “Las
apps son el futuro de la televisión…
Ésa es la visión de Reed Hastings, presidente y cofundador de Netflix”.
Dicha
compañía afirma en un ensayo en su web: “en las próximas décadas y en todo el
mundo, la televisión por internet reemplazará a la televisión lineal (programada),
pues las apps sustituirán a los
canales, los controles remotos desaparecerán y las pantallas proliferarán. Al
tiempo que la TV por internet crece de millones a miles de millones, Netflix,
HBO y ESPN están marcando el camino”.
La TV ya no se comenta en la mesa, es verdad….pero se
comenta en la redes…., del storytelling pasamos al storydoing, de la sala de ver televisión a un
dispositivo móvil, hasta llegar al oxímoron de hoy: el broadcast personalizado. La programación a la carta. Elegimos qué ver, dónde y
cuándo verlo. El gerente de programación de un canal ya no es el que toma la
decisión, ya no importan las franjas horarias ni la competencia directa. Cada
espectador es su propio programador.
Para otros, estamos ya en el contexto de la peak TV, es decir, una televisión de la
saturación (“la televisión que llegó a un pico máximo”), frente a la infinidad
de contenidos audiovisuales ofrecidos, en la infinidad de canales y
plataformas, el espectador ya no tiene ni tiempo físico para consumir todo lo
exhibido. ¡Qué lejos que quedó el horario central o prime time de la
neotelevisión! Pero justamente frente a la saturación de la oferta, la
televisión abierta tiene un gran desafío por delante: conquistar al espectador
ubicuo quien quizás, se “posa” en su contenido y hay que atraparlo apenas lo
haga.
Por ello, probablemente el directo, en gran parte, la
esencia de siempre del discurso televisivo, seguirá siendo su principal canal
de referencialidad: los acontecimientos deportivos y espectáculos de entretenimientos,
serán siendo consumidos de este modo.
Para otros autores,
tales como Castelló (2013), estamos en la época
de la “televisión social”,
entendida como aquella en que canales alternativos son como plataformas
sociales que sirven de canal conversacional en torno a lo que sucede en una
programación. Ejemplos de ello es FBLive, herramienta perfecta para impulsar la
interacción con la audiencia de un determinado programa durante su emisión (o
no), o con el colectivo de “amigos” en esta red social, que reacciona ante los
contenidos lanzados en directo.
Por lo tanto, obtener más datos sobre la opinión de la
audiencia y aumentar el fenómeno fan sobre
determinados contenidos es parte del desafío: conocer mejor a quienes consumen los contenidos televisivos. Hoy los
contenidos producidos por los seguidores alargan la vida de historias emitidas
por televisión: fanseries, falsos y honest
trailers, mash ups, remakes,
memes, GIFs, son la continuidad de lo que se piensa pero sobre lo que no
siempre se ha proyectado, la producción de los fans supone la co-construcción de las ideas, y la televisión
abierta tiene que convivir con ellos. La enriquecen, la potencian, la difunden.
Más allá entonces de las categorías teóricas
coyunturales, más allá de la postelevisión, estamos frente al desafío de la
televisión contemporánea,
cambiante, que busca su nuevo destino, que se sigue instaurando como un fuerte
referente social, independientemente de en qué plataforma se consuma y que pone,
especialmente a los productores, ante un nuevo y apasionante desafío: seguir
construyendo buenas historias.
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