Por Javier Bruggia.
Comenzó la nueva edición de “Gran Hermano”,
un reality show que recurre una vez más a una propuesta llena de conflictos y
sexualidad.
El programa tiene una fórmula imbatible, que
año tras año le asegura un alto rating:
un preconcebido casting, una fuerte impronta sexual en sus historias y conflictos y
excesivas polémicas entre los participantes.
La pregunta que nos formulamos
radica en por qué el público sigue eligiendo este tipo de contenidos plagados
de disvalores que ya se vivencian en la vida real.
Algunos de los participantes ya batieron récords en relación con las ediciones anteriores al desnudarse en menos de una hora desde su ingreso en la casa. Otros son noticia por las relaciones que mantuvieron con personajes controvertidos como Leonardo Fariña o mediáticos como Lizy Tagliani. Lo que queda claro es que esta edición no sólo seguirá la misma línea de conflicto que la anterior también transmitida por América, sino que parece que la superará.
A menos de una semana de haber comenzado el ciclo ya se vislumbraron situaciones de agresión que ameritaron la toma de decisión por parte de su conductor, Jorge Rial, de expulsar a un participante.
GH 2016 ya empezó. América copó su grilla de programación con debates y galas especiales para generar más rating y seguir posicionándose como el tercer canal más visto en la Argentina. GH 2016 es el claro ejemplo de un programa que genera rating a costa de mostrar las miserias y disvalores humanos. Habría que preguntarse por qué una productora lo sigue realizando, un canal lo sigue “estrenando” y la audiencia lo sigue mirando. Tal vez porque los límites entre lo privado y lo público se han perdido, y los guionistas y productores saben que todos tenemos una cuota de voyeurismo y tentación de espiar al otro, que nos tienta a sentarnos frente a la pantalla. Lástima que ellos usan su creatividad e “innovación” basándose en esa potencia humana, y no la que también poseemos de esforzarnos, valorar el diálogo, el trabajo y la solidaridad.
Quizás Gran Hermano perdura en la grilla de nuestra televisión porque los disvalores que promociona también perduran en nuestra sociedad, tal vez sea momento de que la televisión y los excelentes productores que tenemos piensen qué pueden hacer desde sus programas para revertir esta triste tendencia.
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