Por Javier Bruggia.
La creación
constante de nuevas tecnologías de comunicación y los cambios en sus usos han
convertido a la sociedad contemporánea en un aparato en constante evolución,
donde los límites entre lo público y lo privado se confunden y se mezclan. Las
fronteras entre uno y otro son porosas, discutibles, y están sujetas a una
constante negociación y lucha.
La tendencia
actual es mostrar las emociones y sentimientos, tanto fuera como dentro de las
pantallas. Incluso en una charla de café,
en un grupo de “búsqueda interior”, o en las redes sociales, todos
hablan de lo más personal e íntimo que tienen. Todo puede decirse y todo puede
mostrarse.
En 1989 llegó a
la pantalla chica estadounidense un programa llamado “Cops”, el primer reality show,
donde se mostraba el trabajo real de los policías. El programa resulto muy
exitoso, y fue el puntapié inicial para la creación de los programas dentro del
género reality television, como el ya
legendario “Gran Hermano”. Todos los reality
shows se basan en la misma idea: que el espectador no vea ficción, sino una
realidad captada por una cámara, ya sea tratando de sobrevivir en una selva, o
compitiendo por ser el mejor chef. Esta realidad que muestran es fingida, ya
que todos estos programas cuentan con guiones, directores y productores que
marcan el camino que deben seguir.
Muchos de los
participantes de este tipo de programas se han convertido en celebridades, como
Jennifer Hudson, participante de “American Idol”, o Silvina Luna, quien fue
participante del programa “Gran Hermano”, en su segunda versión en la Argentina.
Esta atracción
por lo “real” en la pantalla, esta necesidad de volver público lo privado, ha
escapado del género reality y se ha
expandido a los programas de opinión y de archivo. El debate de las cuestiones
privadas y la discusión de los temas más íntimos se volvió el principal
atractivo de los programas de la televisión, y los temas más “picantes” se
vuelven parte del día a día de los espectadores, convirtiéndose
en casos que penetran todos los hogares, ejemplo de esto es el escándalo entre personajes como Diwan y
Gisela Bernal, por la paternidad de su hijo, la difusión de videos de carácter pornográfico de actrices y
modelos, la exposición de fotos impropias en el tratamiento de los casos de la muerte
del Fiscal Nisman y de la modelo Jazmín De Grazia, entre otros.
Esta invasión a
la intimidad del hombre no tiene vuelta atrás. ¿Cómo se recupera? El hecho de
que haya personas dispuestas a desnudar su alma en televisión, y otras
dispuestas a consumirlo como un bien, muestra que la intimidad es un derecho en
crisis, que hemos convertido en objeto de comercio y discusión pública.
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