Por Gabriela Fabbro.
El domingo 21 de diciembre de este año, a las 16 y 30 terminaba un nuevo ciclo de Almorzando con Mirtha Legrand. Un clásico de la televisión local, con trascendencia mundial, que desde 1968, ha estado prácticamente presente a lo largo de los años en la pantalla argentina. Récord si los hay…..
El domingo 21 de diciembre de este año, a las 16 y 30 terminaba un nuevo ciclo de Almorzando con Mirtha Legrand. Un clásico de la televisión local, con trascendencia mundial, que desde 1968, ha estado prácticamente presente a lo largo de los años en la pantalla argentina. Récord si los hay…..
El mismo día, en el
diario La Nación, Marcelo Stiletano comentó “(…) La única demostración de
genuina inteligencia quedó en manos de Mirtha Legrand que construyó en su doble
mesa del fin de semana (…), un espacio en el que lo frívolo y lo serio
convivieron sin problemas y del que surgieron algunas de las mejores frases y
momentos de debate de la alicaída pantalla loca”. (…), Legrand fue la única que
supo aggionar su propuesta y
adaptarla al nuevo escenario. Vaya si funcionó.”
En un año extraño para la TV argentina, con Avenida Brasil arrasando con el rating, con un Showmatch que necesitó de inyecciones varias para sobrevivir, con honrosas excepciones como Tu cara me suena, En terapia, Resto del mundo o Los 8 escalones, un único programa acaparó rating, calidad, debate y verdadero diálogo. Desde hace más de cuarenta años, Mirtha Legrand sigue vigente en la pantalla atrayendo a todos los públicos, tocando todos los temas, recordando todos los datos y nombres, promoviendo calidad en sus contenidos y propuesta.
¿Es la televisión
clásica que siempre vuelve? Sí, y ¡por suerte! Se añoran los programas en los
que las personas conversan, se escuchan, se disfruta de un rito, de una cita
obligada. Mostrar el vestido, los anillos y el reloj, son parte de esa
ceremonia, pero una producción sólida, una conductora admirable y el cuidado en
su calidad técnica, hacen de Almorzando
con Mirtha Legrand un verdadero clásico de la televisión local. Y eso es un
clásico; algo o alguien que tiene prestigio, que se alimenta de su
autorreferencialidad (muy justificada por cierto, y la más clara demostración
fue la visita de su hija Marcela a este último programa del año), que impone un
modo de ver la realidad, que representa la mirada de muchos, de todas las
edades y de todas las épocas. Caso único en la televisión mundial y lo tenemos
todas las semanas en la programación argentina. Compañía, información, un gran
amor por la esencia de lo argentino, hacen de este clásico un producto único en
su género. Pero, ¿lo tendrá? Ya para muchos, el apellido se ha convertido en
adjetivo: lo legranesco tiene una identidad, al nombrarlo se sabe a qué nos
referimos. Eso es un clásico, cuando un nombre se transforma en un sello, en
una huella, y en este caso, fue la mejor huella de
calidad del año.
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